Señora Verónica Abad, vicepresidenta constitucional de la república; señor Henry Kronfle, presidente de la Asamblea Nacional; excelentísimo señor Gustavo Petro, presidente de la República de Colombia; excelentísimo señor Geraldo José Rodrigues, vicepresidente de la República Federativa de Brasil; excelentísimo señor Renato Florentino, vicepresidente de la República de Honduras; señoras y señores cancilleres; ministros y jefes de delegación; señoras y señores representantes de las funciones del Estado y organismos de control; señora y señor vicepresidentes de la Asamblea Nacional; señor general de división Nelson Proaño, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas; señores comandantes generales de las fuerzas Terrestre, Naval y Aérea y comandante general de la Policía Nacional; señoras y señores miembros del Honorable Cuerpo Diplomático y organismos internacionales acreditados ante el gobierno de la República del Ecuador; señoras y señores asambleístas; querida Lavinia (Valbonesi, primera dama de la nación), hijos, familia y amigos que me acompañan en este momento; invitados todos: El Ecuador ha pasado por tiempos muy difíciles, retos económicos, de seguridad y la muerte, la real y la política. Pocos candidatos estaban dispuestos a tomar el riesgo de esta elección. Por bien del Ecuador y porque tengo una visión renovada y joven me lancé a la presidencia sin dudarlo. Pocos pensaban que tenía posibilidades. El resultado de esta elección nos lleva a algunas reflexiones importantes: que aquellos que ven la política como una realidad de extremos y revanchas no tendrán el respaldo popular. Soy un hombre libre y pragmático que busca con empatía mejorar la vida de los ecuatorianos, como son todos aquellos jóvenes que depositaron su esperanza en mí. Creo en la fuerza de la juventud y a muchos les costará encasillarme en viejos paradigmas políticos o ideológicos. Creo en un Estado que tiene como primer objetivo reducir la violencia y volver del progreso una costumbre. Más allá de todos los retos que tenemos creo en el Ecuador, en el cambio y en su futuro. Para los viejos esquemas políticos les es difícil entender este éxito electoral. Agradezco que muchos de ustedes, los que se encuentran en la Asamblea, también se han sumado a esta corriente. Ambas elecciones, las de sus dignidades y las nuestras, solo se pueden explicar por una necesidad de cambio. Este cambio que el país requiere tiene claramente un sentido de urgencia a la que muchos jóvenes tenemos que responder con audacia. Mi familia y yo hemos experimentado persecuciones políticas a lo largo del tiempo por diferentes gobiernos y, a pesar de no olvidar los malos ratos vividos, siento la obligación de poner a mi país primero y romper este ciclo de revanchas.Como lo dije durante toda la campaña no soy un anti-nada, soy un pro Ecuador. Para muchos esto es difícil entender y simplemente la realidad de estos resultados se impone. No podemos seguir repitiendo las políticas del pasado, esperando tener un resultado distinto, por eso los ciudadanos votaron por el nuevo Ecuador. Crecí junto al servicio social de mi madre y la lucha política de mi padre. Recorrí el Ecuador entero muchas veces desde niño y de sus manos. A base de esfuerzo y disciplina he logrado éxito académico, profesional y político, nunca olvidando el amor por mi país y la responsabilidad de mejorarlo para las futuras generaciones. Le he puesto el corazón a esta campaña y a todo lo que he hecho en mi vida, lo mismo haré siendo su presidente. Muchos creen que la juventud es sinónimo de ingenuidad, para mí es sinónimo de fuerza. Fuerza para vencer los retos que se nos imponen porque eso es lo que el Ecuador necesita. Hay algo que tengo muy claro y es que para combatir la violencia hay que atacar la desocupación. El país necesita empleo y para generarlo enviaremos reformas urgentes a la Asamblea, que deben ser tratadas con responsabilidad y pensando primero en el país.En la primera sesión de gabinete, a los ministros nominados les pedí que establezcan claramente su plan de acción en cada una de sus carteras de Estado, con metas claras y medibles. Para muchos soy una generación distinta. Si hay algo distinto en mí es que me gusta planificar, ponerme objetivos y medir todo para ver los avances. A todas las naciones amigas aquí presentes, gracias por su paciencia de habernos acompañado en este momento tan particular de nuestra historia. Les extendemos nuestra mano amiga sin condiciones, pero les pediremos su apoyo porque muchas de nuestras luchas son las luchas de todos. Siempre he sido una persona de pocas palabras, pero siempre he sido un joven de acción como lo son la mayoría de las ecuatorianas y ecuatorianos, que lo único que piden es una oportunidad, la misma oportunidad que yo tuve, que ustedes me la dieron. Aquellos que busquen atraparme en viejos esquemas fracasarán. Soy un hombre libre, libre de prejuicios y políticamente distinto para muchos. Pero así es el Ecuador: joven, libre, diverso y emprendedor. Pocos gabinetes en la historia han sido tan diversos como este. Nunca hemos tenido la participación de tantas mujeres ni de jóvenes. Es esa rica mezcla la que representa a todo el Ecuador y es lo que el país necesita para crecer, un Ecuador que incluya a todos. Les pido su apoyo, les pido que sumemos esfuerzos. El “anti” tiene un techo y el “pro” es infinito. Dejemos los viejos esquemas políticos y concentrémonos en resolver los grandes problemas que aquejan al Ecuador. Siempre fui optimista, siempre he creído en el Ecuador y juntos romperemos rígidos esquemas para adaptarnos y progresar. Quiero agradecer de manera especial a mi esposa Lavinia, a mi madre (Annabella Azín) y a mis hijos. Ellos aún no se dan cuenta de la magnitud de mi agradecimiento por los sacrificios que deberán hacer por esta lucha, durante el resto de su vida. Pero más allá de los malos momentos, solo les pido que recuerden que estos sacrificios son pocos comparados con los sacrificios que tienen que hacer la mayoría de las familias ecuatorianas cada día, en un país con violencia, miseria y marginación. Y que ese sacrificio sea el mayor ejemplo de sus vidas. Muchas gracias a todos aquellos que creyeron en mí desde el primer día y también a los que no, pero tuvieron la apertura para que los pueda representar. Mi respeto y consideración a todos y cada uno de ellos.Los invito a todos a trabajar en conjunto para acabar con el enemigo en común: la violencia y la miseria. El éxito no es haber llegado aquí, sino que en el día que nos toque marchar, tener el respeto y el cariño de la mayoría de los ecuatorianos. Ese éxito solo va a ocurrir si nos unimos. La tarea es dura y difícil y los días son pocos. Manos a la obra y a trabajar. ¡Viva el Ecuador!