El ejército fue el crisol en que se<br>fundió la común inquietud de<br>nuestras juventudes. La unión<br>sagrada que en sus filas se forjó<br>hizo posible la victoria.<br>Por primera vez en la historia<br>contemporánea podemos decir que España<br>manda en sus propios destinos, y mandará<br>tanto más cuanto se afiance la unión y solidaridad<br>de los españoles para nuestra empresa.<br>La gloria de España descansa y descansará<br>siempre en su unidad. Quien contra ella labora,<br>sirve a los propósitos de nuestros enemigos.<br>No es nuevo el sistema. Nuestra historia<br>repetidamente registra como, al no podernos<br>vencer por la fuerza de las armas, se provocaron<br>desde el exterior aquellos procesos internos<br>de disolución, que acabaron enfrentando<br>españoles con españoles y que deshicieron a<br>España material y moralmente. Contra todo<br>aquello nos alzamos y dimos la sangre generosa<br>de los mejores; pero no lo realizamos para<br>volver de nuevo al punto de partida. Si la España<br>envilecida por la República colmó nuestra<br>paciencia y movió nuestro brazo, tanto<br>nos disgusta y nos repugna la decadente que<br>hizo posible aquel engendro. Tan despreciable<br>es para nuestra obra el rojo materialista<br>como el burgués frÃvolo, el traficante codicioso<br>o el aristócrata extranjerizado. Tan grande<br>y tan extenso ha sido el mal, que explica fácilmente<br>que si en la gran obra de resurgimiento<br>de España han de colaborar todos los españoles,<br>su encuadramiento y su dirección corresponda<br>a esa minoría inasequible al desaliento,<br>que cuando España se perdía, alzaba su<br>bandera de combate y, ante los gloriosos caídos<br>en lucha desigual, levanto el bosque de<br>sus brazos con sus palmas abiertas.<br>Por eso he repetido tantas veces que terminada<br>victoriosamente nuestra guerra, no acabó<br>con ello nuestra lucha. Destruimos los ejércitos<br>materiales que se oponían al restablecimiento<br>del orden y al imperio de nuestro derecho;<br>pero la guerra tenía una mayor profundidad.<br>A la batalla militar sucedían la batalla<br>política, la de desarraigar las causas de nuestra<br>decadencia, la de educar y disciplinar a un<br>pueblo en principios de solidaridad nacional,<br>devolviendo a todos los españoles, como en<br>frase feliz decía José Antonio, el orgullo de<br>serlo. Pecan gravemente contra la patria los<br>espíritus viejos que, pregonando ser enemigos<br>del materialismo rojo, lo sirven, sin embargo,<br>al aferrarse a viejos prejuicios, añorando<br>aquellas ridículas minorías que les permitían<br>lucir su decadente ingenio en círculos<br>provincianos o en salones aristocráticos. Faltan<br>también a sus deberes los que traicionando<br>la limpia nobleza de sus progenitores sueñan<br>con el restablecimiento de prerrogativas<br>de casta, aunque con ello se torciera el destino<br>histórico de nuestra patria. Y pecan igualmente<br>los que, carentes de virtudes o esclavos<br>de su egolatría, subordinan los intereses de la<br>nación al de su torpe ambición o a las satisfacciones<br>de su vanidad.<br>Aestas diarias batallas por la unidad política<br>de España se unen las económicas de la<br>postguerra, y también en ellas los enemigos<br>seculares han intentado explotar miserias, codicias<br>y necesidades. En la España materialmente<br>destruida que los jerifaltes rojos tanto<br>pregonaron, se intentó presentar como si fuera<br>obra de nuestro régimen como si la destrucción<br>de nuestras fuentes de producción y de<br>nuestros barcos y material ferroviario no fuera<br>obra declarada y pregonada por sus propios<br>autores.<br>Hemos pasado y superado los dos años más<br>difíciles de la vida económica de nuestra nación.<br>Con escasez de barcos y con limitación<br>de divisas hubimos de transportar de lejanos<br>países cerca de dos millones de toneladas de<br>cereales para el abastecimiento, que si encontramos<br>pueblos hermanos, como Argentina,<br>que facilitaron su adquisición, el Consejo debe<br>saber cómo otros han intentado obstaculizar<br>el abastecimiento de nuestra patria.<br>Yo quisiera llevar a todos los rincones de<br>España la inquietud de estos momentos, en<br>que con la suerte de Europa se debate la de<br>nuestra nación, y no porque tenga dudas de<br>los resultados de la contienda. La suerte ya está<br>echada. En nuestros campos se dieron y ganaron<br>las primeras batallas. En los diversos<br>escenarios de la guerra de Europa tuvieron lugar<br>las decisivas para nuestro continente.Yla<br>terrible pesadilla de nuestra generación, la<br>destrucción del comunismo ruso, es ya de todo<br>punto inevitable.<br>No existe fuerza humana capaz de torcer<br>estos destinos, mas no por ello hemos de descartar<br>el que la vesania, que rige la política de<br>otros pueblos, intente arrojar sobre Europa<br>nuevas miserias. Contra ello hemos de prepararnos<br>ofreciendo al mundo el ejemplo sereno<br>de un pueblo unido dispuesto a defender<br>su independencia y su derecho.<br>Nadie más autorizado que nosotros para<br>decirles que Europa nada ambiciona de América.<br>La lucha entre los dos continentes es cosa<br>imposible. Representaría sólo la guerra en<br>el mar, larga y sin resultados; negocios fabulosos<br>de unos pocos,miserias insospechadas para<br>muchos; pérdidas ingentes de barcos y mercancías,<br>la guerra de submarinos y de barcos<br>rápidos dando zarpazos al antes comercio pacífico<br>del mundo.<br>Dos costas enfrentadas, fuertes e inabordables<br>para su enemigo; un mar repartido en zonas<br>de influencia, europea y americana, y barridos<br>los barcos del comercio universal.<br>La guerra en nuestro continente ha sido a<br>tiempo clara y decidida. Quiso plantearse en<br>análogos términos que la del año 14. Ilusión<br>que se marchitó en flor. Rusia no quiso formar<br>en el frente aliado; se reservaba y preparaba<br>para el acto final. Polonia sucumbió sin la<br>menor ayuda. La entrada de Italia cortó las<br>rutas del Mediterráneo. La campaña de Noruega<br>repartió el mar del Norte entre los beligerantes.<br>La batalla de Flandes y la derrota<br>total de los más poderosos ejércitos europeos,<br>suprime el frente occidental, dando a Alemania<br>la salida del Océano. El ingenio de estabilizar<br>un frente en los Balcanes, se derrumbó<br>con la victoriosa campaña de Grecia. Las costas<br>de Noruega, las aguas del Canal y los mares<br>de Creta, son escenarios en que la aviación<br>arroja a las escuadras enemigas de las<br>proximidades de las costas. Su eficacia en su<br>defensa nadie puede ya discutirla.<br>Ni el continente americano puede soñar en<br>intervenciones en Europa sin sujetarse a una<br>catástrofe, ni decir, sin detrimento de la verdad,<br>que pueden las costas americanas peligrar<br>por ataques de las potencias europeas.<br>Así la libertad de los mares, monstruoso sarcasmo<br>para la pueblos que sufren las consecuencias<br>de la guerra, ni el derecho internacional,<br>ultrajando por el bloqueo inhumano de<br>un continente; ni la defensa de los pueblos invadidos,<br>a los que se intenta arrastrar al hambre<br>y a la miseria, son ya más que una grandiosa<br>farsa en que nadie cree. En esta situación,<br>el decir que la suerte de la guerra puede torcerse<br>por la entrada en acción de un tercer país,<br>es criminal locura, es encender una guerra<br>universal sin horizontes; que puede durar<br>años y que arruinaría definitivamente a las<br>naciones que tienen su vida económica basada<br>en su legítimo comercio con los países de<br>Europa. Estos son los hechos que nadie puede<br>contravertir. El bloqueo de Europa contribuye<br>a que se cree una autarquía perjudicial a<br>Sudamérica. La persistencia de la guerra perfeccionará<br>la obra.<br>Se ha planteado mal la guerra y los aliados<br>la han perdido. Así lo han reconocido, con la<br>propia Francia, todos los pueblos de la Europa<br>continental. Se confió la resolución de las<br>diferencias a la suerte de las armas, y les ha<br>sido adversa. Nada se espera ya del propio esfuerzo;<br>clara y terminantemente lo declaran<br>los propios gobernantes. Es una nueva guerra<br>la que se pretende entre los continentes, que<br>prolongando su agonía les dé una apariencia<br>de vida, y ante esto, los que amamos a América,<br>sentimos la inquietud de los momentos y<br>hacemos votos porque no les alcance el mal<br>que presentimos.<br>La campaña contra la Rusia de los Soviets,<br>con la que hoy aparece solidarizado el mundo<br>plutocrático, no puede ya desfigurar el resultado.<br>Sus añoradas masas, sólo multiplicarán<br>las proporciones de la catástofre. Veinte años<br>lleva el mundo soportando la criminal agitación<br>del comunismo ruso; raro es el país que<br>haya podido escapar a su labor disociadora.<br>España, que tanto sufrió por su criminal intervención,<br>que la llevó al borde del abismo, y<br>que dio contra él las primeras y más sangrientas<br>batallas, puede apreciar como ninguno el<br>alcance y dimensión de la lucha española.<br>Pudo hasta hoy el oro comunista y la prensa<br>judía hurtar al mundo el conocimiento y<br>divulgación de las sesiones de Komintern ruso,<br>en que se contrastaban los progresos de su<br>acción revolucionaria en los distintos países;<br>pueden los pueblos hispano-americanos haber<br>desconocido la atención preferente que se<br>les dedicaba e ignorar el injuriante calificativo<br>de "pueblos semicoloniales" con que la<br>central comunista les distinguía; lo que ya no<br>puede ocultarse a los ojos de nadie es lo que<br>encerraba el oprobioso régimen soviético. La<br>Cruzada emprendida contra la dictadura comunista<br>ha destruido de un golpe la artificiosa<br>campaña contra los países totalitarios. ¡Stalin,<br>el criminal dictador rojo, es ya aliado de<br>las democracias! Nuestro Movimiento alcanza<br>hoy en el mundo justificación insospechada.<br>En estos momentos en que las armas alemanas<br>dirigen la batalla que Europa y el cristianismo<br>desde hace tantos años anhelaban, y<br>en que la sangre de nuestra juventud va a unirse<br>a la de nuestros camaradas del eje, como<br>expresión viva de solidaridad, renovemos<br>nuestra fe en los destinos de nuestra patria,<br>que han de velar estrechamente unidos nuestros<br>ejércitos y la Falange.<br><br>Enviado por Enrique Ibañes